Mi relación con el fenómeno urbano que me ha tocado vivir es ambigua y contradictoria. La ciudad en si misma no me gusta, sin embargo Coruña se soporta y a veces hasta se ama, precisamente por todo aquello que no es ciudad pero que está en ella, como el mar que la abraza, el viento que la zarandea y atosiga o sus cielos siempre cambiantes.
Paradogicamente también me gusta la miseria urbana, el feísmo me resulta curioso y hasta entrañable, y lo peor de la ciudad, aquello que nadie gusta de ver como esos patios de luces del peor de los barrios, esos callejones que no tienen nombre en el callejero o aquellas ruinas de lo que pudo ser y no fue, me llegan a resultar verdaderamente inspiradoras, pero por ahora todavía no me atrevo con ellas.
En las escasas ocasiones que si lo he hecho, creo entrever un no sé que de melancolía dándole sentido a algo que a juzgar por su apariencia, no lo tiene.
Entre la luz y la sombra. Óleo/tabla.
O le encuentro las vueltas a lo que ya está muy visto.
Paseo de noche. Óleo/tabla.